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Los australianos, pilotos de gran soberbia

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Los pilotos australianos son soberbios por naturaleza y aceptando de poco grado la derrota, al menos los que han pasado por el Mundial de Motociclismo. Mick Doohan lo era. Altivo y arrogante, no era nada dado a los gestos amables.

Recuerdo una vez que el australiano fue al baño en el circuito de Jerez, haciéndolo poco antes de empezar la carrera. Se corrió la voz de que el gran Doohan estaba ejercitándose cual vulgar humano y pronto se formó un pasillo plagado de aficionados a la espera de que saliera. Cuando lo hizo, numerosos brazos se alargaron acercando bolígrafos y libretas al campeón del mundo a la espera de que se dignara a firmarlos, si quiera uno tan sólo. Lejos de dar cuartelillo al personal, el oceánico pasó de todos, miró al frente y con ese andar que tenía de pistolero, siguió su camino hacia el box sin dirigir la mirada a nada ni a nadie que le hiciera perder la concentración de lo que su cabeza barruntaba, que no era otra cosa que ganar, como así fue.

Casey Stoner, incapaz para la diplomacia

Le siguió Casey Stoner, bicampeón de MotoGP, con Ducati y Honda, actualmente probador de la marca de la ala dorada, que consiguió que ‘el canguro’, como algunos le llamaban de forma seguramente poco cariñosa, se subiera de nuevo a una de sus motos tras retirarse prematuramente para vivir plácidamente con su mujer e hija en su rancho ubicado en su tierra natal. Stoner no es una persona llamada para la diplomacia. Dice lo que piensa, forma de ser que seguramente le ha limitado las amistades, aunque no creo que le importe mucho. Su refugio era (y lo sigue siendo) su mujer Adriana y, cuando vino al mundo, la hija de ambos, dos mujeres que le hicieron abandonar el motociclismo activo anunciándolo tal como él era: a bocajarro y sin anestesia.

Y no parece que el aussie haya desistido en su forma de ser, pues al ganar Márquez la última carrera el pasado domingo y batir el récord de su compatriota Doohan, Stoner no perdió la ocasión para recordar en las redes sociales que “El record de Mick sigue vigente, él tuvo tres o cuatro carreras menos”. Genio y figura.

Jack Miller: “No soy un llorón”

Seguramente, el más vehemente de los tres y también el más arrogante sea Jack Miller. El de las antípodas ha dejado constancia de ello en varias ocasiones, principalmente en la segunda mitad del campeonato, cuando Álex Márquez empezó a ser una seria amenaza para él.

Las artimañas de Miller tuvieron su culmen en Sepang, donde intentó descabalgar a Márquez con reincidentes toques a la moto del español que no podían interpretarse como lances de carrera, justo lo que adujo la dirección de ésta a las quejas del equipo que dirige Emilio Alzamora.

En Valencia, Miller tampoco se cortó un pelo cuando encontró el carenado de la moto del español, chocando contra él, pero Márquez, lejos de achantarse, aguantó el tipo. Tanta maniobra sucia hizo que el padre de la criatura, Juliá Márquez, dijera acabada la carrera y luciendo la camiseta con el número 1 conseguido por su hijo, que “Álex ha ganado con elegancia, señorío y pilotaje, no como otros”.

Por su parte, Miller no perdió la ocasión de mostrase tal cual es, evidenciando su mal perder al manifestar que “no me quejo, porque no soy un llorón. Esto es un Mundial”. En la ceremonia del podio, el australiano no dio la mano a Márquez. El año que viene, ambos no se encontrarán, porque el campeón pasará a Moto 2, en el equipo de su amigo Tito Rabat, y “el primero de los perdedores”, cita textual de Doohan al referirse al segundo clasificado, a MotoGP. ¿Se las verá Miller con Marc? Primero tendrá que seguirle y luego llegar a la vera del bicampeón.

Wayne Gardner, la excepción

Tal vez la excepción que confirma la regla sea Wayne Gardner (1959), compatriota de los anteriores y el primer australiano que triunfó en el Mundial. Ganador del título de 500 en 1987 con la Honda NSR que lucía los colores de Rothmans, Gardner era un piloto arriesgado, valiente como pocos, incluso salvaje y vehemente, de esos del todo o nada, lo cual le costó muchas caídas saldadas con serias lesiones. Ese pilotaje le hacía ser muy espectacular, recibiendo el reconocimiento y admiración de los aficionados. Si tuviera que ponerle un igual en la F-1, diría que el también retirado Nigel Mansell (1953) y él estaban cortados por el mismo patrón.

Tal vez su coraje le venía de cuna, pues el oceánico nació en Wollongong, ciudad famosa por su acero. Aseguraban entonces que sus atributos “están hechos de ese acero”. Sin embargo, Gardner, a diferencia de los citados, era un tipo simpático, tal vez por eso no se llevaba nada bien con Doohan, con el que llegó a competir en carreras épicas.

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