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Papá, quiero una moto

AMV toca un tema -de forma profusa y certera- que los padres con moto (o no) e hijos han debido afrontar o tendrán que hacerlo: la petición de una moto por parte de los adolescentes de la casa. ¿Qué hacer entonces? AMV nos ayuda con una de las decisiones más complicadas que los mayores tendrán que tomar respecto a sus vástagos: ¿moto sí o no?

Desde los 15 años, los jóvenes pueden sacarse el carné AM que les permite conducir ciclomotores de hasta 50 cc de dos y tres ruedas. A esta edad y con este permiso también podrán conducir los llamados cuadriciclos ligeros o minicar. A partir de los 16 podrán obtener el permiso A1 que posibilita la conducción de vehículos con una cilindrada máxima de 125cc, una potencia máxima de 15 CV y una relación entre potencia y peso de 0,1kW/kg o menor como son los triciclos de motor, ciclomotores, cuadriciclos ligeros, vehículos de movilidad reducida y motos sin sidecar. Cada vez son más los menores que conducen en España, de hecho, Según datos que maneja www.amv.es, empresa líder en la comercialización online de seguros de motos, 57.000 menores conducen hoy en España, una cifra que aumenta mes tras mes.

El caso es que ha llegado el momento de escuchar la frase “Mamá (o papá), quiero una moto”. Con esas cuatro palabras la paz se terminó en casa. A partir de ahora nos espera un bombardeo constante. Pero, ¿por qué quieren una moto? Puede que nosotros mismos seamos moteros y el deseo se haya ido fraguando desde niños, también puede ser porque pierdan muchas horas en el transporte público, quizá lo hayan visto en una película o puede que alguno de sus amigos esté estrenando un flamante escúter. Da igual, el caso es que la quieren y, si nos paramos a pensarlo, es comprensible. Conducir una moto tiene muchas ventajas prácticas:

– La moto es un vehículo muy ágil con el que evitar las congestiones del tráfico.

– Consumen menos combustible. 

– Sus reparaciones y mantenimiento también son más baratas.

– Permite desplazamientos cortos por la ciudad sin tener problemas para aparcar o para entrar en las zonas céntricas.

– Con una moto es muy fácil cambiar de dirección y buscar rutas alternativas o hacer un recorrido con varias paradas.

– Según diversos estudios, conducir una moto reduce los niveles de estrés, mejora la concentración y ayuda a nuestra condición física. 

Probablemente, esta lista de ventajas no coincida al cien por cien con la de nuestros hijos, porque para ellos estarán muy presentes estas otras:

– La autonomía que proporciona el poder ir de un sitio para otro a voluntad.

– El poder estar más tiempo fuera de casa sin tener que estar pendiente de los horarios del transporte público.

– Fardar. Sí, igual para nosotros es una tontería e incluso una razón que desaprobamos, pero no nos olvidemos de cuando nosotros teníamos 16 años y de cómo molaban los afortunados que iban sobre dos ruedas.

– Hacer pequeñas rutas con sus parejas o amigos. Recordemos que tanto los ciclomotores como las motocicletas, en general, permiten llevar a un acompañante.

– Libertad y rebeldía. Una moto les hará sentirse mayores y libres.

Nuestros hijos, que como quien dice, ayer llevaban pañales hoy quieren ser motoristas y no van a desistir fácilmente. ¿Qué deberíamos hacer? La respuesta no es sencilla, hay que valorar si hay verdadera necesidad, si son lo suficientemente maduros y responsables, hacer cálculos, negociar… Por ello, los expertos de AMV nos dan una serie de consejos para ayudarnos a tomar la mejor decisión:

1. ¿Necesidad real o capricho?

Una de las primeras cosas que debemos considerar a la hora de decidir si permitimos o no que nuestro hijo tenga una moto es si realmente la necesita. ¿Cómo son sus desplazamientos? ¿Qué cambios positivos y negativos traería una moto a su vida? Ayuda, en estos casos en los que las emociones a veces nos superan, hacer un listado por escrito de los pros y los contras para ver las cosas algo más claras: si les vendría bien ir a clase en la moto, si nos liberarán a nosotros de hacer ciertos desplazamientos (clases extraescolares, médicos, centros deportivos, etc.) o incluso si nos puede servir de ayuda en nuestro día a día y pueden hacer ciertos recados por nosotros.

2. Nuestros hijos son perfectos para nosotros, pero ¿son ya maduros?

La mayoría de los padres piensan que sus hijos son maravillosos en absolutamente todo, salvo en algunas pequeñas cosas que aún se están puliendo porque todavía no son adultos. Son precisamente esas cosas que se están puliendo aún, las que tenemos que analizar fríamente para saber si ya están preparados para tener una moto, como si se va a poner siempre el casco de forma correcta y lo llevarán atado o no. Si respetará los límites de velocidad y las normas de tráfico y tiene ganas de aprender a conducir correctamente o están más pensando en presumir delante de los amigos. Si se harán cargo de cuidar el vehículo y de tenerlo a punto. Y así hasta que hayamos pensado en todas las posibilidades porque una cosa sí es cierta: nadie conoce a nuestros hijos mejor que nosotros, por lo que somos las personas mejor cualificadas para tomar esta difícil decisión.

3. Sacar la calculadora

Una de las cuestiones en las hay que pensar fríamente es en el gasto. Aunque las motos son, en general, más económicas que los coches, habrá que calcular varios costes:

El vehículo. Las motocicletas son más caras que los ciclomotores, pero también son más seguras y duraderas. Hacer una buena inversión en la moto será importante.

La autoescuela. Para sacarse el permiso tendrá que hacer un examen práctico y otro teórico, y, al contrario de lo que a veces se hace, el único de los dos exámenes que puede preparase por libre es el teórico. Es muy importante que las clases de conducción las dé en una buena autoescuela y que la formación se haga en situaciones reales de tráfico y no en un aparcamiento del centro comercial. También es muy recomendable hacer algún curso de conducción segura de motocicletas.

El seguro. Aunque los seguros de moto para jóvenes son más caros que para los adultos debido, principalmente, a la inexperiencia de los conductores, lo ideal es poder proporcionarle a nuestro hijo todas las garantías necesarias y el mejor seguro posible que cubra todas las posibles incidencias.

Gasolina, reparaciones, repuestos, revisiones… Si nuestro hijo trabaja, podemos acordar con él que los gastos del vehículo correrán por su cuenta, pero siendo realistas y por lo que pueda pasar, mejor contarlos como propios.

Casco y accesorios adecuados para protegerlos en caso de accidente. Habrá que tener en cuenta e inculcarles lo importante que son unos accesorios adecuados para circular, y que puede que haya que tener en el armario para cuando hace frío o calor: casco, guantes, botas, chaqueta, pantalones…

Garaje. También deberemos tener en cuenta si tenemos espacio para que la moto pase la noche en nuestra plaza de garaje o habrá que alquilar una solo para la moto. 

Multas. A todos los conductores nos pasa alguna vez y es probable que nuestros hijos no sean una excepción. Habrá que tenerlo en cuenta por si acaso.

4. Negociar con ellos

Es lógico que a todo padre o madre le asuste la idea de que a sus hijos les pueda pasar algo, pero también hay que tener en cuenta que en dos años podrán conducir un coche o una moto sin necesidad si quiera de consultarles, así que, al menos ahora, pueden aprender a lidiar con el tráfico y las responsabilidades de la vida adulta bajo su supervisión. Así pues, lo mejor, es negociar con ellos, y no solo para comprarles su ansiada moto, sino que, cualquier falta a los compromisos pactados, supondrá la retirada inmediata del permiso de usar la moto durante el tiempo que se estipule para cada infracción. Por ejemplo si no cumplen con:

– Mejorar sus calificaciones o aprobarlo todo. 

– Respetar la hora de llegada a casa. 

– Jamás beber alcohol u otras sustancias y menos aún cuando se conduce. 

– Ocuparse de ciertas tareas de casa y tener ordenada la habitación.

– Estudiar un idioma.

El límite lo pone nuestra imaginación, porque aunque ellos crean que convenciéndonos para tener una moto han ganado una dura batalla, saben que casi todo cuanto saben lo han aprendido de nosotros y que les llevamos mucha ventaja.

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