La octava etapa del ‘Camino de Santiago en 12-1 días enchufado’, con Sixt Rent a Car, lleva a José Mª Alegre de Rabanal del Camino a Vega de Valcarce, 80 km de dura y divertida travesía, no exenta de peligros, al superar la ‘estampida’ de un rebaño de corderos. El ‘bicigrino’ hace noche al pie del imponente O Cebreriro, para atacarlo de buena mañana.
La etapa de hoy, Rabanal del Camino-Vega de Valcarce, resulta de lo más divertida, por la diversidad de caminos, sendas y pasos, la dificultad del piso y la orografía tan dispar y dura, 80 kilómetros muy severos, pero tremendamente entretenidos.
Una vez pasado ‘el mar de Castilla’, donde, como despedida, salvé la ‘estampida’ de un rebaño de corderos (¿se entiende la ironía?), que no me impidieron continuar mi viaje, viene de nuevo la diversión: los repechos, los senderos estrechos, las veredas plagadas de piedras en algunos casos, de guijarros, pedruscos y rocas, en otros, que me obligan a esforzarme para no acabar despanzurrado sobre el piso, pero que, gracias a la magnífica doble suspensión de la Cube híbrida que llevo y a sus 23 kilos de peso, afronto con seguridad y aplomo, a pesar de la velocidad con que los paso, que es lo que me divierte. Para hacerlo ‘parado’, mejor caminar, y yo soy ‘bicigrino’, porque amo la bicicleta y me encanta la libertad que me proporciona el poder circular por donde quiera y mis piernas lo permitan, sintiendo el viento en la cara cuando más rápido voy, respetando siempre a los peregrinos y demás viandantes, por supuesto.
Antes de abordar esta etapa que cruza los Montes de León, con la Cruz de Ferro como primer escollo, el punto más alto del Camino de Santiago Francés, a unos 1.500 metros, entrevisto a la ‘posadera’ donde pernocto en Rabanal del Camino. El Hotel Rural Casa Indie, que regenta Alba, una joven simpática y atenta, es un magnífico y precioso establecimiento para reponer fuerzas y seguir la ruta una jornada más.
En Indie también han pernoctado dos ‘bicigrinos’, Marcelino y José Ramón, que hacen el Camino juntos. El primero de ellos viene de Madrid y realiza el Camino Francés por una promesa que hizo por el accidente de su hijo, Marcelino también, del que se recuperó, tal como explica en el vídeo.
Por el contrario, los motivos de su compañero de ruta son deportivos y el contacto con la naturaleza, según cuenta en la grabación. Agradeciendo a ambos su amabilidad para con este periodista, los tres nos despedimos con el consabido “Buen Camino”.
Antes de llegar a la Cruz de Ferro, me encuentro a Harriet, una peregrina de Oregón que se emociona al hablar de los motivos que la han llevado hasta tierras españolas para hacer el Camino. La estadounidense busca en la travesía la fuerza en su interior que tal vez perdió y también la fe en ella, en algo o alguien. El Camino de Santiago me ha enseñado a entender a la gente, o al menos a no prejuzgarla. Por él circulan peregrinos de todo credo y condición, con pasaportes de prácticamente todos los lugares del mundo, que hacen la ruta por múltiples motivos, todos respetables, como el de Harriet, como el de Marcelino, como el José Ramón, como el de Brasi o Guillem y tantos otros a los que tuve la suerte de entrevistar gracias a su cordialidad y buena disposición. Mi agradecimiento a todos por permitirme grabarles.
Llego por fin a la Cruz de Ferro, un ‘altar’ coronado por una elevada cruz de hierro (obvio) en el que los infinitos pedruscos, muchos de ellos con nombres y deseos, lanzados por los peregrinos han elevado un montículo artificial, pues dice la tradición que el caminante llevará una piedra desde el inicio de su peregrinaje con un deseo hasta depositarla al pie de la cruz para que se cumpla.
A partir de allí, la bajada es alucinante, encontrándome una serie de pueblos, como Molinaseca, típicos y diferentes, no exentos de una gran belleza. Sigo lanzado, con tramos muy escarpados que supero con mi Cube, hasta ‘aterrizar’ en Ponferrada, localidad del gran Luis del Olmo, con su monumental Castillo de los Templarios de enormes rampas. En tan magna localidad, hago un alto en el camino para hacer la excepción de tomarme una 1906, magnífica cerveza que me sienta de maravilla. El Camino también tiene estos placeres.
El resto del Camino es igual de técnico que el hasta ahora rodado, pistas con mucha piedra, repechos continuos y bajadas rápidas en las que disfruto hasta llegar a Vega de Valcarce, a los pies del temido O Cebreiro, pues prefiero sufrir de entrada semejante ‘muro’, estando fresco todavía. De momento, me resguardo en la Pensión Fernández, un lugar encantador y de gran amabilidad que me recuerda el anuncio radiofónico que machaconamente ponen una y otra vez en las ondas, ése que dice: “Los Fernández son muy amables”, atreviéndome incluso a cantar el estribillo en el vídeo que grabo al final de la etapa de hoy. Y sí, en la Pensión Fernández son muy amables. Mañana, más y mejor. “Buen Camino”.
Por José Mª Alegre (texto y vídeos)
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