Tras recorrer Australia en moto durante 90 días, la motoviajera Elsi Rider regresa con mil experiencias de un lugar infinito. Sobre dos ruedas ha cruzado más de sesenta países y sobrevivido a un error médico que casi le arrebata la vida, la que le da la moto, que es pasión, amigos y abrazos. Cada viaje, confiesa, es una celebración y un pacto renovado con la libertad y el presente.
Conocida como una de las motoviajeras más intrépidas, siendo la primera española en realizar una ruta en moto en solitario por Irán, y la segunda mujer del mundo —tras la inglesa Lois Pryce, en 2013—, Elsi Rider acaba de volver de Australia, país que ha recorrido sobre dos ruedas durante tres meses. Desde los desiertos rojos, hasta la Gran Barrera de Coral, pasando por las grandes urbes, la aventura fue un desafío de kilómetros y emociones. Hablamos con ella sobre viajes, libertad y la promesa de vivir cada día como si fuera el último.
Viaje soñado en las antípodas
Pregunta. ¿Elsi, por qué Australia?
Respuesta. Porque era un sueño pendiente desde niña. Cuando me preguntaban adónde quería viajar, siempre respondía: ‘A Australia’. ¿La razón? Que estaba muy lejos. Era un anhelo guardado en esa larga lista de sueños que me acompaña desde siempre.
P. A Australia no podías llegar con tu moto habitual…
R. No, enviarla era demasiado caro. Ir rodando suponía un tiempo que no tenía, y alquilar una allí costaba más de 100 euros al día. Un motero australiano, John, me sugirió comprar una moto. Le dije que quería una igual que mi querida Lusi —BMW F 700 GS— y apareció ‘la Canguro Roja’, que me costó 34 euros al día. La compré con la condición de revenderla al terminar.
Luces y sombras de un continente
P. ¿Te decepcionó Australia?
R. No, al contrario, vi más de lo que imaginaba: desiertos, selvas, la Gran Barrera de Coral… un mundo distinto. Solo eché en falta más cercanía con la gente. Los australianos son amables, pero distantes, no como para invitarte a un café o una cerveza sin más. Quizá sea por ser un país tan desarrollado.
P. ¿Te sentiste sola o en peligro?
R. Sola, muchas veces: en el Outback puedes pasar horas sin ver un alma, y cuando te cruzas con un coche, el saludo es casi un grito: ‘¡Hola, un ser humano!’. Solo en Alice Springs sentí cierta inseguridad, por problemas internos entre aborígenes. El resto del país es bastante seguro, un viaje cómodo para mis estándares. Dejaba todo en mi tienda de campaña, cámaras, ordenador y nunca tuve ningún problema.
La promesa que cambió su vida
P. Antes de iniciar tus viajes en moto, viviste un episodio que casi te arrebata la vida…
R. Sí, un error médico me llevó al borde de la muerte. Vi el famoso túnel de luz blanca. Prometí que, si salía, viajaría sin parar a los lugares que siempre soñé.
P. ¿Ese episodio sigue presente?
R. Siempre. En cada viaje hay un momento en que pienso: “Estoy cumpliendo mi promesa”. Cada ruta es una celebración de vida.
De la oscuridad a la ruta
P. ¿Cómo cambió tu vida?
R. Me enseñó a vivir el presente, a no anclarme ni al pasado ni al futuro. Todo puede esperar menos la vida misma. Aunque no fue fácil: fueron tres o cuatro años de depresión antes de levantarme y decidir que aprovecharía esta segunda oportunidad viajando.
P. ¿Pasaste página?
R. No del todo. Se aprende a convivir con lo que ocurrió, pero olvidar, nunca. Físicamente me recuperé rápido —soy muy deportista—. Me dieron el alta teniendo un drenaje que me obligaba ir al hospital para curarlo durante mucho tiempo y al mes empecé a correr, con el drenaje abierto. Pero psicológicamente fue duro. Llegué a pensar en no seguir viviendo. No lo hice porque decidí que tenía que continuar.
El viaje como celebración
P. Antes de ese episodio, ¿eras igual de optimista?
R. Siempre he sido alegre, pero ahora lo soy más. Me enfado menos, relativizo. Pienso: ‘¿Se puede arreglar? Sí. Pues no es un problema’.
P. ¿Cuántos países has visitado?
R. Sesenta y uno, con Australia incluida. Y Australia podría contarse por diez, de lo grande que es.
Tierra de contrastes
P. El país que más te impresionó.
R. Irán lo llevo en el corazón, por su gente. Irak, por su humanidad. Arabia Saudita, por sus desiertos. De cada lugar me llevo algo bueno, incluso de África, aunque en Etiopía viví un episodio complicado.
P. ¿Has temido por tu vida?
R. En Etiopía, sí. Me tiraron de la moto y me rodearon. Temí lo peor. Sin embargo, y a pesar de ese incidente, viajé por África muy feliz, porque es relativamente seguro, tomando un montón de precauciones, sobre todo las mujeres. Pero, con los años viajo con más seguridad y confianza.
No idealizar, descubrir
P. ¿Alguna decepción?
R. India, en mi primer gran viaje, porque esperaba encontrar esa espiritualidad que me habían contado y no fue así. Aprendí a no idealizar los destinos.
P. La gente más hospitalaria.
R. Iraníes, iraquíes y saudíes. En los países musulmanes me siento segura: si algo me pasa, sé que me ayudarán.
La sonrisa como pasaporte; la moto como latido
P. ¿Una sonrisa abre puertas?
R. Siempre —dice convencida—. Puertas y fronteras. Yo he visto gente atascada en una frontera y yo, que tengo buen carácter, he pasado. ¡Claro que te abre fronteras!
P. ¿Qué significa la moto para ti?
R. Vida, pasión, descubrimiento, amigos. Es como una meditación: en ruta, todo se simplifica. El coche es transporte; la moto, corazón.
P. De la BMW F 700 GS a tu actual F 850 GS Adventure, menudo cambio…
R. ‘La Elefanta’ —como llama Elsi a la ADV—. Impone, protege, llama la atención. Pero echo de menos la ligereza de mi F 700 GS.
Sueños por rodar
P. Próximos viajes.
R. América, de Alaska a Tierra de Fuego. Pero requiere tiempo y dinero. Mis viajes me los financio yo, ahorrando cada mes para mi “proyecto de vida bonito”. Pero estoy muy agradecida a Metzeler, que lleva diez años apoyándome, también a LONE RIDER, a Mosko Moto, con material, y he estado nueve años con BMW Motorrad y no tengo nada malo que decir de BMW, al contrario.
P. Alguna anécdota en este último viaje…
R. En Uluru, unas mujeres aborígenes, a las que dije que no tenía dinero cuando me lo pidieron, acabaron ofreciéndome el suyo para que comiera, que no acepté, obviamente. Pero ese gesto me conmovió: generosidad pura.
P. El tema de los aborígenes australianos te llegó al alma.
R. Sí, porque están absolutamente alcoholizados, los primeros salarios que les pagaron los colonizadores cuando llegaron a sus tierras fue en alcohol y ves a muchos bebiendo desde las 7 de la mañana. Es un tema complicado, porque, además, han sido maltratados y masacrados por los colonizadores y también por los australianos… Un tema de difícil solución.
P. Además de los ‘post’ diarios que publicaba en sus RRSS, mostrando las etapas diarias en tierras australianas, Elsi también grabó unos interesantes vídeos que la motoviajera sube a su canal de YouTube.
R. La serie se llama ‘Soñar el mundo moto’, y todavía no sé cuántos episodios van a salir, yo calculo que entre 10 y 12. Son cortitos. El primero lo colgué el pasado 6 de julio y subo un capítulo todas las semanas. No es una superproducción de Hollywood —sonríe al decirlo—, pero son interesantes.
Nómada con base
P. ¿Es mejor irse que volver?
R. A veces no quieres volver. Vives con lo esencial: gasolina, algo de comida, un camino por descubrir y tu libertad. Entonces, cuando tienes que volver otra vez, es como ‘yo estaba bien aquí, en mi mundo’.
P. ¿Eres más nómada que fija?
R. Sí, aunque necesito un campo base y los abrazos de mi gente.
El sentido de un abrazo
P. ¿Qué significa un abrazo motero?
R. Significa mucho para mí. Un abrazo es fuerza, cariño, alegría y en un momento malo es energía. Deberíamos abrazarnos más.
P. ¿Qué sería Elsi Rider sin moto?
R. María, a secas. La moto forma parte de mí. Le hablo, le agradezco que me lleve y traiga con seguridad, la acaricio.
Vivir para contarlo
P. ¿Algún problema de salud viajando?
R. En Tanzania, por una gastroenteritis que cogí en Zanzíbar. Gracias al botiquín que llevo siempre, con todo lo imprescindible, lo superé. Pero necesité alojarme tres días en un hotel. Yo siempre lo digo, mis básicos en la moto son cinta americana, bridas, antipinchazos, las mechas y un buen botiquín, que a veces no solamente me ha ayudado a mí, sino a otra gente.
Una vida salvada se convierte en kilómetros de libertad. Elsi Rider vive para cumplir la promesa de viajar en moto cada día como si fuera el último… Y abrazar el mundo sobre dos ruedas.
Por José Mª Alegre (texto y fotos —las imágenes de Australia son de Elsi Rider—)
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