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Paraíso Bajo, el pueblo de solo tres habitantes que “cabe” en mi moto, ejemplo de la España vaciada

Luciano Gil, Adelaida Blasco y Yolanda Guillén, son los tres únicos habitantes de Paraíso Bajo, pueblo turolense de la comarca de Gúdar-Javalambre, claro ejemplo de la España vaciada. Viajo en moto desde Madrid por carreteras retorcidas, pero en buen estado, una delicia. Al llegar, me reciben los tres vecinos con gran amabilidad, subiéndose incluso en mi moto, orgullosa de “cargar con todo un pueblo”.

Paraíso Bajo, con 19 casas en pie, la mayoría deshabitadas, pertenece a Manzanera (540 habitantes -INE 2023- de los cerca de 2.000 que llegó a tener), distantes ambas una de otra en casi siete kilómetros, los últimos, hasta llegar a mi destino, los más serpenteantes de todo el recorrido desde Madrid. Un viaje de 350 km que en moto se disfruta por la variedad de trazados, así como por los diferentes paisajes, algunos agrestes y otros muy hermosos.

Luciano Gil y Adelaida Blasco (en la fotografía, en el centro) son matrimonio. Pero fue Yolanda Guillén (a la izquierda) la primera que llegó a Paraíso Bajo cuando no había nadie habitándolo, de hecho, estuvo “viviendo un año sola”, asegura esta mujer amable y hospitalaria -los tres lo son-, que se entrega a la conversación junto al matrimonio y este periodista.

-Y no tuviste miedo, le pregunto.

-No, miedo, ninguno, responde.

De repente, una imponente águila que sobrevuela nuestras cabezas a no mucha altura, atrae nuestra atención.

-Qué guapa es. Está cazando, observa Adelaida.

-¡No me caces los gatitos!, exclama Yolanda con una sonrisa, que tiene unos pocos cachorros, así como la madre gata y dos perros, todos ellos en franca armonía, como los tres personajes que tengo delante.   

A Paraíso Bajo le contemplan “cientos de años -al igual que a Paraíso Alto, que está a 3 km-. “Ambos datan de muy antiguo”, explica Luciano, que vino al mundo en 1958, el único al que no le ha importado confesar la edad, pues las dos mujeres han hecho oídos sordos.

-“Si quieres, te digo la edad mental”, salta con mucha gracia Yolanda, provocando la risa de todos.

-Esté donde esté, da igual si es en Madrid como en Paraíso Bajo, a una mujer no se le puede preguntar la edad, apostilla Luciano.

El pueblo de los tres protagonistas vivió su plenitud antes de la Guerra Civil, población que “vivía de la agricultura, cosechando mucho cereal y fruta de los árboles ubicados en los bancales. Y también de la ganadería y había mucha vida, tanto aquí como en los barrios de Manzanera. Había muchas familias con niños y en algunos había escuela”.

Pero llegó la guerra “y las cosas se complicaron -prosigue Luciano-. En esta zona hubo bastantes batallas, con bombardeos incluso; aquí cerca hay trincheras todavía, y la gente tuvo que salir y cuando regresaron estaba casi todo destrozado y se fueron definitivamente, unos a Valencia, otros a Barcelona…”.

Luciano, con voz pausada y tranquila, continúa: “Mucha gente pues salió buscando un porvenir para ella y los suyos a otros lugares y los pueblos se fueron quedando poco a poco sin gente. Incluso hoy, gente de otras partes de España que se dedica a la agricultura y la ganadería, con infinitamente más medios que los que se tenían en aquel momento, lo está dejando porque está trabajando sin ayudas y sin ganancias. Mi padre, por ejemplo, salió de Mosqueruela de muy joven y se fue a Castellón, allí encontró trabajo y allí hizo su vida. ¿Por qué se fue? Porque se vivía muy precariamente, era pastor. Aragón ha sido una tierra dura, pobre y la gente buscó mejor vida. Y poco a poco fueron abandonando los pueblecitos, las aldeas. Los que eran jóvenes y querían tener otra vida y tuvieron la ocasión de estudiar, ya no quisieron volver. Y así, poco a poco, hasta ahora, que ves muchos sitios abandonados. O como este, que lo habitamos para vivir de otro modo”.
Paraíso Bajo se quedó totalmente vacío en 1992, siendo Yolanda la primera en habitarlo en 2021 y en empadronarse, junto con el matrimonio que me acompaña, que lo hizo casi dos años después, tres vecinos en total, los únicos que residen todo el tiempo allí. Hay personas ocasionales que pasan cortos períodos vacacionales y algún fin de semana en la que es su segunda residencia, “como un matrimonio que vive en Barcelona y está aquí todo el verano hasta que llega el frío. Él es de Paraíso Alto, donde ahora solo vive una pareja, y ella es de aquí”, afirma Adelaida.

Luciano y su mujer llegaron a Paraíso Bajo buscando la naturaleza. “Hemos vivido en Valencia y en Castellón, pero yo, desde pequeño -cuenta él- tuve en la cabeza la naturaleza. Yo, que veía El hombre y la tierra en televisión, de pequeño quería ser como Félix Rodríguez de la Fuente”.

La pareja, después de residir en dos masías sucesivamente, ambas en el Maestrazgo, vendieron la última buscando “disfrutar, porque el cuerpo y el alma nos pedía otra cosa y nos costó mucho encontrar esto – su actual domicilio-. Vimos muchos lugares y al final la vida nos trajo aquí, porque buscábamos una forma de vida más en comunicación con la naturaleza que nos diera tranquilidad y paz interior… Vivir de otra manera”.

Luciano es acupuntor “banderillero humano”, dice riendo. “Hago también remedios naturales de plantas, tengo una tienda en Internet, donde recibo los pedidos online que me hacen y desde aquí envío a todas partes. Aquí también tengo consulta y está empezando a venir gente de la zona”.

Yolanda llegó a Paraíso Bajo de casualidad. Ella y su marido (que trabaja en Sagunto, donde vivían ambos) iban mucho a “Salinas -a 23 km de donde nos encontramos- a coger agua y un día, mientras esperaba a que se llenara la garrafa, una señora me comentó si conocíamos Paraíso, que aquí había más agua, y le dije que no, animándome a visitarlo. Y Paraíso Bajo me atrapó y supe que mi sitio estaba aquí”. Compró una casa en el pueblo turolense y cambió Sagunto por este lugar, dando “un salto al vacío, porque mi sitio está en Paraíso”.

De eso hace tres años, viviendo un año sola, y su marido acudiendo los fines de semana. Luego, llegaron Luciano y su mujer, entablando los tres una gran amistad, como así me consta al comprobar, durante las horas que permanezco con ellos, la buena relación que mantienen.

Paraíso Bajo llegó a tener unos 50 habitantes, por los tres de ahora, fiel reflejo de la España vaciada.

La pedanía no cuenta con alumbrado público, apuntan mis entrevistados, “aunque lo van a instalar en breve, pero nosotros tenemos una idea de dónde hay que ubicarlo, porque no queremos que haya contaminación lumínica. Nos gusta ver las estrellas, porque aquí hay unos cielos preciosos”, anota Yolanda.

Los atractivos de Paraíso Bajo no son pocos, según enumera la mujer de Luciano: “La tranquilidad y la belleza, porque las personas no pueden vivir sin belleza; el silencio, la naturaleza y la magia del lugar, además de la cordialidad y respeto entre nosotros”.

“Es cierto que no a todas las personas les gusta esto -prosigue-. Cuando abren el Balneario de Manzanera el Paraíso (a 2,3 km de donde nos encontramos), vienen muchos visitantes de excursión y todos dicen lo mismo, ‘es precioso, pero yo aquí no estaría todo el año’”.

Porque los inviernos en Paraíso son duros. “Un poquito -responde Luciano-, aunque desde que llegamos el tiempo ha cambiado, ahora son un poco más suaves… pero las temperaturas son bajas”.

-Aquí ha habido nevadas fuertes, reconoce Yolanda.

Pregunta. ¿Os parece bien que la gente venga a vivir a Paraíso Bajo?

Respuesta. Pues sí -reconoce Luciano-. Siempre que sea gente con criterio y necesidades semejantes a las nuestras, porque, ¿quién quiere vivir con gente incompatible? Si los que vengan son de poner música máquina, arman jaleo…, pues no, gracias.

Adelaida subraya que “aquí no existe ese riesgo. Las casas que hay son las que hay. Y lo que hay es gente de nuestra edad y nuestras ideas, que es lo maravilloso”.

-El problema es que, si no vienen jóvenes, no habrá continuidad, les comento…
-Depende, porque todos tenemos hijos y aquí tienen casa jóvenes que vienen los fines de semana. La idea de la mayoría de los que tienen casa es retirarse y trasladarse a vivir aquí, ¿hasta cuándo? Hasta que estemos por aquí, concluye Adelaida con una sonrisa.

-Hay parejas que tienen hijos más jóvenes, pero en cuanto cumplen 14 o 15 años dejan de venir, porque los críos aquí se aburren, quieren estar con los amigos. Esos chavales, cuando tengan veinte y tantos años, no vendrán, reflexiona Luciano.
-Es que la continuidad es muy relativa en cualquier sitio, no solamente en lugares pequeños. Todo es relativo, argumenta la mujer del anterior.

-Pero aquí somos tres, Adelaida, y somos de una generación que vamos para abajo. Entonces, si no se alquilan casas, si no se venden casas, y la gente con nuestro criterio que pudiera andar buscando vivienda en un lugar como este, no encuentra nada, ¿qué continuidad hay?, le responde su marido.
Uno de los hándicaps de la mayoría de los pueblos (por no decir de todos) de la España vaciada, es la falta de Internet, de telefonía móvil, como en Paraíso Bajo, cuyos moradores acceden a los servicios de las operadoras por satélite.

“Aquí no pasa línea alguna y por cobertura, ya ves -apunta Luciano-. Nosotros pusimos la antena por satélite. Luego salió una ley que debía llevar Internet a las zonas despobladas con un precio especial. Ahora está subvencionado. Nosotros tenemos ahora una tarifa plana de 35 euros y una supuesta velocidad de 200 Mb, que no es tal, igual es la mitad, pero nos defendemos. Si no, aquí no habría Internet ni nada. Todo consistiría en que las operadoras pusieran un repetidor, pero para cuatro gatos no lo hacen. Eso lo dije yo en el ayuntamiento. A los políticos se les hincha la boca con la España vaciada y es puro postureo. Porque no hay una fuerza que obligue a dar cobertura a todas las zonas pobladas y si a ellos no les compensa económicamente, no lo hacen”.

En estas, llega el funcionario de correos de Manzanera con un paquete para uno de los tres vecinos.

-“¡El cartero!”, grita alguien.

-“Siempre llama dos veces…”, añado yo.

“¡Qué peliculón!”, apostilla el funcionario ensanchando la cara.

“Así es”, completo.

Manzanera: Portal de Abajo, declarado Monumento Histórico Artístico.

Emigrado el cartero, Luciano prosigue con la falta de atractivo de los pueblos debido a la ausencia de Internet. “Una persona joven que tenga que trabajar, con los servicios que tenemos aquí, se lo tiene que pensar y ayudas no tienes ninguna.
Hay cosas básicas. Yo, por ejemplo, aquí estoy pagando de autónomos, de impuestos y de IRPF como si estuviera en la Gran Vía de Madrid, con una gran diferencia, que los servicios no los tengo o son deficitarios, por lo tanto, ¿me compensa estar aquí? ¡De ninguna manera! Entonces, ¿qué significa poblar la España vaciada, que haya gente loca, así como nosotros, que a pesar de todos esos inconvenientes apostemos por estar aquí? Pues sí, somos esos. Pero no es por las ayudas ni las facilidades que tenemos, ninguna”.

En Paraíso Bajo no hay establecimiento de ningún tipo, ni tienda de alimentación, ni farmacia ni, por supuesto, bar. Para hacer las compras los tres vecinos deben coger el coche y desplazarse si quieren tener la nevera llena.

“Nosotros tenemos Manzanera. Es cierto que en invierno, como estamos empadronados y saben de nuestra existencia, pasa de vez en cuando algún funcionario municipal para saber cómo estamos y te mandan el quitanieves si es necesario. Me imagino que de necesitarlo nos traerían también la compra, me imagino…”, señala Adelaida con poca convicción. Todo lo contrario que al asegurar que “estamos muy unidos y eso es muy importante. Tú te metes en un piso de Valencia, Castellón o Madrid y no conoces absolutamente a nadie, todo el mundo va a lo suyo, no hay comunicación. En una ciudad hay cantidad de gente, pero te sientes sola. Aquí, estás sola, pero no te sientes sola”.

P. ¿Qué soluciones hay para la España vaciada? ¿Hay implicación de los políticos en frenar la despoblación de las zonas rurales?

R. Ninguna -repiten al unísono-. Postureo puro y duro -denuncia Luciano-. España podría ser el granero y la huerta de toda Europa. Sin embargo, se está arruinando todo el sector primario. Y todos los chavales que acaban los estudios, con carreras, con másteres, tienen que irse en busca de un futuro que aquí no encuentran.
Adelaida quiere dejar constancia de que “la alcaldesa de aquí (se refiere a la de Manzanera), es una mujer joven que es cercana y en lo que puede, apoya. Ella se implica y si lo hicieran todos, otro gallo cantaría”.

Seguimos hablando de cómo revertir la situación de la despoblación en las zonas rurales, pero la solución se antoja difícil por lo complicado que está todo en general. “Mira -interviene Luciano-. Yo, como autónomo, por ejemplo, voy siempre ahogado. Ganaba más dinero hace 30 años que ahora. Si voy así, y da lo mismo que esté en Paraíso que en Valencia o en Logroño, cógete a una persona que decidía vivir de esta manera apostando por otro estilo de vida, esa persona, cómo va a sobrevivir si ni siquiera te están permitiendo iniciativas básicas, todo son prohibiciones. Que esto no lo puedes hacer, que aquello tampoco… Nos están poniendo trabas para vivir. Y esto es expansivo en todos los países. Normas cada vez más complicadas y solo quieres vivir. No te estás planteando hacer negocio, hacerte rico, quieres vivir tranquilo, vivir en paz, pero te lo ponen todo complicadísimo”.

Siguiendo con el tema y ahondando en esas otras soluciones que aplican algunos municipios, como la de “ofrecer casa a las familias con críos para que no cierren la escuela o a los que se responsabilicen del bar les ofrecemos esto o aquello, así no se repuebla España. Son casos muy puntuales, que para esas personas es maravilloso, pero esto no resuelve el problema de la despoblación. Porque esos críos se tendrán que ir a estudiar afuera y luego, ¿podrán hacer su vida en el pueblo? ¿Estás creando infraestructuras y opciones de vida para que puedan quedarse a vivir dignamente ahí?”, lanza Luciano.

P. ¿Paraíso es un paraíso?

R. Para nosotros, sí -asegura Yolanda-. Cada día estamos más a gusto -contesta Adelaida-. Estamos encantados -detalla su marido-. Y lo es para nosotros y para quien le guste vivir así. Lo ideal es estar bien contigo, si estás bien contigo estás bien donde estés, concluyen.

Nos damos un paseo por el pueblo, cuya pulcritud y cuidado es ejemplar, buscando rincones para fotografiar a los tres entrañables personajes junto a mi moto. ¡Un pueblo que “cabe” en lo alto de mi R 850 GS! No es la primera vez que dejo constancia de algo tan preocupante como es la despoblación de la España rural. Fui a Cirujeda, en moto también, y estuve con seis vecinos de los nueve que habitan esta pedanía turolense. Luego me acerqué a Cuevas de Cañart (60 vecinos en la actualidad de los 300 que residían en la década de los sesenta) acompañado del amigo Rubén Garcia Cabo, gran conocedor de la zona. (Ver artículo)

Curveando de vuelta a casa (siempre por carreteras secundarias y sin sortear Albarracín -sobre estas líneas-, declarado Patrimonio de la Humanidad por su extrema belleza), pienso en la realidad de los pueblos y aldeas de este país, situación que tan bien han reflejado Luciano, Adelaida y Yolanda y creo que, lamentablemente, la España vacía, con la clase política que tenemos, seguirá vaciándose… aunque el lugar sea un Paraíso.

Por José Mª Alegre (texto y fotos)

Etiquetas: BMW-motomotorrad

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