La Ducati DesertX es una trail que invita a la aventura, por algo es la montura de Charly Sinewan para sus ‘berenjenales’ planetarios. Una moto con carácter que incita a descubrir, así que me subí a ella y puse rumbo a El Alamín, un poblado fantasma que conoció tiempos mejores, lo contrario de la Ducati, moto de divertido presente con la que explorar un apasionante futuro. PVP: 17.390 €.
El Alamín es un poblado fantasma debido a que nadie lo habita desde principios de siglo. Este lugar de unas cuarenta casas que se mantienen en pie debido a su recia construcción, está a poco más de 60 kilómetros de Madrid, junto a Villa del Prado, población de siete mil habitantes, que, junto al anterior, merecen ser visitados.
Y pa‘llá que me fui con la Ducati, marca que fabrica motos deportivas en la que la nueva DesertX no es una excepción. Es una trail, sí, pero deportiva, y eso se nota en muchas cosas. La primera de ellas, sus 110 CV a 9.250 rpm y par máximo de 92 Nm a 6.500 vueltas, motor que hace que la moto vaya como un avión, entregando la potencia sin concesiones, subiendo a casi 10.000 rpm, cortando entonces el encendido, anunciándote que te acercas al límite al llegar a 8.000 rpm, iluminándose entonces el cuentarrevoluciones en color naranja parpadeante. Y si el ADN de Ducati es la deportividad, la DesertX hace gala de ella tanto en off-road -sobre todo-, como en ruta asfáltica.
Otro punto que demuestra el envite de la DesertX es la poca concesión al pasajero; la moto no viene con transportín y el paquete no tiene donde agarrarse, pues el subchasis no sobresale lateralmente del asiento. Para no perder al acompañante, es más que recomendable montar el top-case que ofrece la marca por 1.296,96 euros (incluye la placa de enganche, almohadilla para mayor comodidad de la espalda y una bolsa para manillar).
Que es una moto para disfrutar del off-road, como digo antes, lo indica su altura, 875 mm del suelo, si bien hay un asiento más bajo y un kit que rebaja las suspensiones, ambas opciones recomendables para todo aquel que no llegue al 1,80 de altura. La otra, el gran recorrido de las suspensiones (que no son electrónicas), 230 mm delante y 220 mm detrás. Las llantas (21” y 18” la trasera), de radios, por supuesto, montan neumáticos Pirelli Scorpion STR, gomas mixtas -de ‘medio taco’- con buen agarre en carretera.
La DesertX tiene una estética muy llamativa. Es una moto minimalista cuyo diseño recuerda a las máquinas del rally Dakar cuando París figuraba en el nombre del raid más duro del mundo. Llama la atención el precioso doble faro (el sistema de iluminación es completamente Led) que da fuerza y personalidad al conjunto, resultando muy atractivo. Vista de frente, con el efectivo parabrisas, no es aparatosa, a pesar de la generosa capacidad del depósito, 21 litros, sumando ocho más (29 l. en total) al montar el auxiliar de fibra de vidrio (1.488,26 euros) del propio fabricante (opción que no llevaba la unidad de prueba). Éste, se coloca a ambos lados de la parte trasera del asiento, teniendo entonces una autonomía en torno a los 500 kilómetros, pues su consumo es de 5 litros a los 100 kilómetros, llegando a los 6l/100 km en conducción deportiva.
La DesertX es una moto de volumen contenido, efectiva para la conducción off-road y también urbana con la que sortear los obstáculos del camino y los atascos de la gran ciudad, pues, además de su estrechez, el ajustado peso, 223 kilos (en orden de marcha; 229 kilos la BMW F 850 GS), la hacen muy ágil.
Para llegar a El Alamín ruedo por carreteras secundarias, tramos bien surtidos de curvas donde la Ducati muestra sus excelentes condiciones ruteras. Trayecto divertido, donde los giros abundan, al igual que el buen asfalto. En semejante escenario, Navacerrada incluida para pisar nieve, la DesertX curvea de maravilla, inclinando más de lo que podríamos pensar y eso que va con unos neumáticos mixtos de verdad.
Punto y aparte para el bicilíndrico Testastretta 11° con refrigeración líquida de 937 cc Desmodrómico Euro5 de la Ducati, el mismo que monta la Monster y la Multistrada V2. Gracias a la avanzada tecnología que presenta, la trail italiana dispone de seis modos de conducción: Sport, Touring, Urban, Wet, Enduro y Rally, que presentan, a su vez, cuatro modos de potencia: Full, High, Medium, Low. El primero, entrega toda la potencia, 110 caballos de fuerza y carácter que se desatan al darle al acelerador electrónico, inmediatez en la entrega que convierten a esta moto en un avión. El ‘Mode High’, 95 CV. Y el ‘Medium’ limita la potencia a 75 CV, los mismos caballos que el ‘Mode Low’.
Un equipo electrónico que se completa con un paquete de sistemas de asistencia al piloto, como el control de tracción, control de caballitos, control de freno del motor, ABS en curvas, cambio rápido arriba y abajo y control de crucero, para hacer que la conducción de larga distancia sea aún más relajante y segura.
Hay que destacar también el magnífico cambio asistido, cuyo funcionamiento, suave y efectivo, facilita la conducción rápida al evitar la caída de revoluciones entre las velocidades.
También los frenos son más que notables, los firma Brembo, con doble disco delantero de 320 mm, pinzas radiales de cuatro pistones y bomba axial con manetas ajustables; el trasero es un único disco de igual diámetro que los anteriores con pinza flotante de doble pistón. Un equipo de frenos eficaz y seguro con tres niveles diferentes:
Nivel 1: Apto para uso en carretera, siempre seguro y estable
Nivel 2: Un poco más permisivo, diseñado para uso off-road.
Nivel 3: Actúa solo en la parte delantera para un uso off-road aún más intenso.
También es posible excluir completamente el sistema ABS solo en los modos Enduro y Rally.
Bien aposentando en la DesertX, cuyo puesto de conducción es óptimo, tronco erguido, hombros elevados, manillar pensado para conducir de pie, asiento cómodo y protección del parabrisas suficiente, sin turbulencias en el casco, y, en definitiva, buen nivel de confort y control, los kilómetros van pasando entre la diversión y el disfrute manejando está máquina que aumenta nuestra confianza a medida que sumamos millas.
Sin embargo, hay un elemento que se lleva todas las miradas del piloto -después de la carretera-, me refiero a la pantalla a color TFT de cinco pulgadas. Sorprende su formato vertical “para ofrecer la mejor visibilidad incluso cuando se conduce de pie”, justifica Ducati en su web. Pantalla que puede integrar el sistema multimedia Ducati, conectando el teléfono inteligente a través de Bluetooth y activar la navegación al recibir instrucciones directamente en el tablero. Con múltiples funciones como cronómetro, kilómetros parciales en caso de rodar con road-book y un largo etcétera, aplicaciones que se controlan desde la piña situada a la izquierda del manillar, junto al práctico control de crucero, me pareció algo complicado de manejar. Y en cuanto al formato, lo prefiero horizontal, pues su lectura me parece más rápida y fácil, pero, como todo, es cuestión de acostumbrarse.
La DesertX es una moto muy manejable, sus comedidas hechuras le permiten ratonear en tierra y también sortear los atascos de la ciudad. Se pilota con mucha facilidad, pues su dinamismo es otra de sus virtudes y en parado parece que pese menos.
Y así, entre curva y curva, superando los vehículos que encuentro a mi paso con adelantamientos en los que tan solo hay que reducir y darle al ‘mango’ para que el tiempo invadiendo el carril izquierdo sea visto y no visto, llego a El Alamín. Este antiguo pueblo del Marqués de Comillas impone al entrar en él, incluso subido en la DesertX. En el lugar no hay ni una sola alma, sopla el viento que zarandea los árboles, ruido de hojas al albur del aire que multiplica la sensación fantasmagórica del poblado. Pero la única realidad que hay en todo el rato que paso allí es la Ducati y el abajo firmante.
Con sus tres calles de tierra paralelas y otras dos perpendiculares, convento, iglesia, escuela y bar de difícil identificación, y esas cuarenta casas que permanecen en pie como apunto al principio, cuyos muros y paredes han sido pasto de los grafiteros, artistas (?) de calle acostumbrados a no respetar la propiedad ajena, El Alamín lo fundó el Conde de Ruiseñada a finales de los años 50. En él se albergaron los trabajadores que daban servicio a la finca del Alamín, pasando a ser propiedad del Marqués de Comillas al fallecer el conde. Llegó a acoger a unas 150 personas, jornaleros exentos de cualquier pago a excepción de la luz. En el 2000, los moradores del poblado empezaron a mudarse ante la bajada de la agricultura, hasta su total abandono.
Dicen que ahora van por ahí aficionados a los fenómenos paranormales, jugadores de paintball, grafiteros -me consta- y moteros -yo, uno de ellos-. En la actualidad, el recinto está vallado, pero cuando fui la puerta estaba abierta y no había cartel alguno que prohibiera la entrada ni a personas ni a mi Ducati.
Por El Alamín me paseé con la DesertX limitándome a hacer fotos y escuchar el sonido del silencio, salvo cuando puse en marcha la Ducati para salir de allí abrumado por el peso de las leyendas que ese lugar encierran.
Y dejé atrás el poblado fantasma para seguir disfrutando de la Ducati DesertX, la bella, rápida y eficaz moto italiana con la que descubrir historias pasadas con las que enriquecer el presente.
Por José Mª Alegre (texto y fotos)
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