Visito Belchite viejo, el pueblo zaragozano que fue arrasado por el Ejército republicano en la Guerra Civil, acabando con la vida de 5.000 nacionales en agosto de 1937, hace ahora 86 años. Vestigio de la historia más oscura de nuestro país, disfruté del viaje con mi F 850 GS y me sobrecogieron las ruinas que siguen “en pie” -algunas- para que no olvidemos lo que nunca debe repetirse.
La historia de Belchite Viejo es la de la Guerra Civil. Escenario de una de las batallas más sangrientas del conflicto bélico entre españoles, la localidad fue arrasada el 24 de agosto de 1937. Del pueblo aragonés, quedan las ruinas y algunos edificios en pie que durante décadas estuvieron al albur de todo aquel que iba visitarlos, unos con carácter histórico-turístico y otros sin más intención que practicar el vandalismo. Desde hace unos años, el Ayuntamiento tuvo la prudencia de vallar todo el perímetro de lo que queda del pueblo, evitando así la sobreexposición de visitantes y permitiendo, no obstante, las visitas guiadas y restringidas con horario de mañana y tarde.
Al otro lado del cercado, un camino de tierra posibilita recorrer casi todo el perímetro del pueblo, haciéndolo con la BMW, que para eso es una GS, destacando los restos de su magnífica arquitectura barroca y mudéjar, la iglesia de San Martín de Tours, la Torre del Reloj o el Arco de la Villa. Mientras contemplo los restos del bombardeo que dejó el lugar en escombros, pienso en el horror que tuvo que ser aquello.
El Ayuntamiento antes citado es el de Belchite nuevo (1.500 habitantes), pueblo que, acabada la guerra, Franco ordenó levantar, réplica del viejo que se construyó junto a éste, cuyas ruinas quiso el dictador que permanecieran intactas como recuerdo de la Guerra Civil y de lo que consideró excesos del bando vencido.
“Belchite, el mejor pueblo para ir en Halloween”
Curiosamente, Belchite también atrae lo paranormal. No son pocos los que aseguran que las miles de almas que allí perecieron son espíritus errantes deseosos de comunicarse. Incluso Iker Jiménez, presentador de Cuarto Mileno, ha realizado varios programas centrados en los misterios del municipio derruido, poniendo a Belchite sobre el mapa. Otros aseguran haber grabado psicofonías -ruidos que nuestros oídos no son capaces de percibir-. Y mucha gente que, en las noches claras de luna llena, aprovechando la inexistencia del cerramiento hasta su instalación, accedía allí deseosa de escuchar las voces de los que, dicen, deambulan errantes entre los restos de una de las batallas más cruentas de la Guerra Civil. Incluso leo ahora este titular “Belchite, el mejor pueblo de España para ir en Halloween”, publicidad que no hace sino aumentar el misterio del lugar.
Disfrutando con la F 850 GS
Para llegar hasta la localidad maña hago un recorrido curioso, entretenido y divertido partiendo desde la castellana Valladolid, desde donde salgo, tras disfrutar de una jornada ciclista en compañía de los amigos de Km Solidarity.
Circulando por carreteras secundarias, mi primera etapa finaliza en Calatayud, 310 kilómetros de viales, ninguno de ellos de categoría Nacional, y muchos provinciales. Vías estrechas en muchos casos, de largas rectas que concluyen en puertos de montaña donde la BMW, que calza los eficaces TKC70, muestra su agilidad y buen agarre en curvas. Todo en ella me parece ideal, una moto polivalente, con buena frenada -al trasero le falta una pizca de mordiente-, fácil de manejar, dócil y obediente en las curvas, cambio Pro efectivo y con 95 CV, potencia sobrada, ya sea en trazados de montaña o en autovías, como para no necesitar más.
Llego a Aranda de Duero, de ahí a Peñaranda de ídem, preciosa localidad burgalesa. Paro a tomar un café en Santa María de las Hoyas -mala rima…-; ya en Soria, paso el Cañón del Río Lobo, precioso parque natural lleno de magia que mostré a mis hijos cuando eran pequeños y ahora me han hecho mayor. Atravieso Soria y llego a Calatayud, tras más de cuatro horas de ruta, alojándome en… ¡El Mesón de la Dolores, por supuesto! Una corrala transformada en preciosa hospedería donde el descanso está asegurado, al igual que el buen comer.
Por la mañana, junto con mi compañera de ruta, la fiel BMW, pongo rumbo a Belchite, tomando la N-234, hasta la A-1506, carretera que, en algunos tramos, está casi tan malamente como el pueblo de mi destino, pues su conservación deja mucho que desear.
Llego a Belchite viejo y lo visito como recogen las fotografías, unas hechas con la Canon “gorda” y otras con la Sena incorporada en mi casco AGV. Me paso un buen rato. En un tramo del camino que rodea las ruinas y que cito anteriormente, abundan los establos y cuadras que alojan animales de granja. Desde todos ellos se contemplan las ruinas, escenario presente del ayer que permanece allí recordándonos episodio tan trágico de nuestra historia que debemos conocer.
Al irme, paso por la plaza donde se inician las visitas guiadas a Belchite viejo destacando la frase gigante “Memoria y Paz”, que refleja el sentimiento que debería quedar al visitante al acabar el tour. Memoria para no olvidar; paz para evitar que ocurra de nuevo.
Por José Mª Alegre (texto y fotos)
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