En un encuentro tan simbólico como emocionante, Carlos Sainz y su hijo, Carlos Sainz Jr., compartieron volante y copiloto en el Raptor T1+. Las pruebas previas al Rallye de Marruecos 2025 y al Dakar 2026 se transformaron en un homenaje familiar al automovilismo, donde experiencia y futuro se cruzaron en la arena con la marca Ford como escenario.
Un momento histórico en las dunas
Las arenas del desierto marroquí han visto miles de coches y pilotos poner a prueba sus límites, pero pocas veces el rugido de un motor ha sonado tan cargado de simbolismo. Carlos Sainz, bicampeón del mundo de rallyes y cuatro veces ganador del Dakar, recibió a su hijo, Carlos Sainz Jr., actual piloto de Fórmula 1 con Williams, para compartir juntos una experiencia única: probar el Ford Raptor T1+ en plena fase de preparación para el Rallye de Marruecos 2025 y el Dakar 2026.
El encuentro fue mucho más que una simple jornada de test. Fue un cruce de generaciones, un momento íntimo y familiar entre dos referentes del automovilismo que, aunque viven en universos competitivos distintos, comparten la misma pasión por la velocidad, el riesgo calculado y el deporte llevado al límite.
Padre, leyenda y pionero
Carlos Sainz padre es sinónimo de historia viva del motor. Desde sus inicios en el Campeonato del Mundo de Rallyes, donde conquistó dos títulos y dejó momentos icónicos con el Ford Focus WRC, hasta su consolidación como uno de los grandes nombres del Dakar, el madrileño ha sabido reinventarse y seguir vigente en una disciplina tan exigente como los raids.
Ahora, a sus 62 años, forma parte del equipo oficial Ford Racing, pilotando el espectacular Ford Raptor T1+. Se trata de una máquina diseñada para la resistencia extrema: potentes suspensiones, motor imponente y fiabilidad absoluta para enfrentarse a los terrenos más hostiles del planeta. El coche, que será protagonista en la próxima edición del Dakar, ha convertido a Sainz en el estandarte del proyecto.
El hijo, estrella de la F1
En el otro extremo del espectro competitivo, aunque con la misma intensidad, se encuentra Carlos Sainz Jr. El piloto madrileño se ha labrado un nombre en la élite del automovilismo, con una trayectoria sólida en la Fórmula 1. Tras su paso por escuderías como Toro Rosso, Renault, McLaren y Ferrari, hoy defiende los colores de Williams en una nueva etapa que pone a prueba tanto su madurez como su ambición.
Su presencia en Marruecos no respondía a la lógica de la F1, donde cada segundo en pista se mide con precisión milimétrica, sino a una necesidad personal: compartir con su padre un momento irrepetible al volante de una bestia pensada para otro tipo de batallas.
Intercambio de asientos
La escena fue tan sencilla como inolvidable. En un primer tramo, Carlos Sainz Jr. se colocó en el asiento del copiloto, habitualmente ocupado por Lucas Cruz, fiel navegante de su padre en el Dakar. Desde ahí pudo observar de primera mano el manejo magistral con el que el bicampeón del mundo controla el Raptor T1+ sobre arena, dunas y pistas rápidas.
Minutos después llegó el turno de cambiar roles. El joven piloto de Fórmula 1 tomó el volante y fue su padre quien se acomodó en el asiento derecho. Con gestos de complicidad, consejos breves y la calma de quien lleva toda una vida leyendo el terreno, Carlos Sainz guio a su hijo en la conducción de un vehículo radicalmente distinto a los monoplazas a los que está acostumbrado.
El valor simbólico
Más allá de la anécdota, lo que ocurrió en esas dunas fue un acto cargado de valor emocional. No todos los días un padre y un hijo, ambos figuras de talla internacional en disciplinas distintas, comparten el mismo coche y la misma pasión. El momento encapsuló la esencia de una dinastía deportiva que ha marcado y sigue marcando la historia del automovilismo.
El público no estaba allí. No hubo gradas, ni cámaras oficiales de F1 o del Dakar. Solo el rugido del motor, la arena levantada y la complicidad entre dos hombres que, antes que pilotos, son padre e hijo.
Ford, tradición y futuro
La escena también refuerza la apuesta de Ford por el motorsport de élite. La marca del óvalo ha estado ligada históricamente a grandes gestas del automovilismo, desde los rallyes del Grupo A hasta el mítico Ford GT en Le Mans. Ahora, con el Raptor T1+, busca abrir una nueva era en el Dakar y en los raids internacionales, con Sainz como embajador de excepción.
Que Carlos Sainz Jr. se sumara a esta prueba no fue casualidad. Ford quiso mostrar no solo la tecnología y la resistencia de su vehículo, sino también la conexión emocional que el deporte puede generar entre generaciones y entre disciplinas tan distintas como la Fórmula 1 y los rally-raids.
Epílogo: un instante eterno
El volante del Ford Raptor T1+ fue, durante unas horas, el centro de un universo compartido entre padre e hijo. No hubo trofeos en juego ni cronómetros que batir. Solo arena, rugidos de motor y la certeza de que, más allá de los circuitos y las pistas, el automovilismo es también una historia de familia.
Ese instante, lejos de los focos y las grandes audiencias, quedará en la memoria como uno de esos raros episodios en los que el deporte se humaniza y se convierte en relato íntimo. Para los Sainz, un recuerdo imborrable. Para Ford, una postal perfecta. Para el automovilismo, una muestra más de que la pasión no entiende de generaciones.
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