Palm Beach y West Palm: el paraíso donde los superdeportivos rugen al sol

Bentley’s impolutos con y sin capota; imponentes Rolls-Royce; Aston Martin’s que parecen salir de una escena de Bond… En Palm Beach y West Palm Beach, el lujo se mide en caballos y exclusividad. Como Mar-a-Lago, donde reside el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, entre magnates, millonarios y superdeportivos que rugen bajo el sol dorado de Florida.

Donde el lujo no es un deseo, sino un estándar

Palm Beach y West Palm Beach son dos caras de una misma moneda de platino. Separadas por la Intracoastal Waterway, este par de joyas en la costa este de Florida (a 122 km de Miami) son conocidas tanto por su clima idílico como por su concentración sin parangón de coches de lujo. Aquí, un Bentley Continental GT puede parecer casi tan común como una bicicleta en Ámsterdam. Las calles se convierten en pasarelas de diseño automovilístico, y los escaparates de los concesionarios son templos donde se rinde culto al motor.

En Palm Beach, la opulencia no se insinúa, se exhibe con naturalidad. La isla cuenta con poco más de 9.000 habitantes, pero la densidad de millonarios por metro cuadrado es abrumadora. Familias herederas, magnates, financieros retirados y miembros de la alta sociedad neoyorquina transforman esta ciudad en una especie de Mónaco estadounidense. Cada coche estacionado frente al hotel The Breakers o recorriendo Worth Avenue es una declaración de poder: Bentley Continental GT, Rolls-Royce Ghost, Ferrari Roma, Lamborghini Urus, AC Cobra (como el de la foto de apertura)… El asfalto tiembla bajo la sinfonía de motores de doce, ocho y seis cilindros. Maravillas rodantes cuyos frontales lucen más en este país que en ningún otro al no ser obligatoria la placa de matrícula delantera que tanto las afea.

Trump, Mar-a-Lago y el nuevo protagonismo de Palm Beach

Uno de los residentes más notorios de Palm Beach es, sin duda, Donald Trump. El presidente de los Estados Unidos ha convertido su club Mar-a-Lago (sobre estas líneas) en su residencia principal -cuando no está en la Casa Blanca-, y su presencia ha transformado el perfil mediático de la ciudad. Mar-a-Lago, esa mansión estilo hispano-morisco con vistas al Atlántico, en la que ser socio del club de golf y demás instalaciones tiene un coste de un millón de dólares (700.000 hasta octubre pasado), se ha convertido en un centro de poder, reuniones políticas y eventos de alto nivel.

Desde su llegada, Palm Beach ha ganado peso como enclave político y social. Las medidas de seguridad, los convoyes presidenciales y la atención internacional han añadido un toque casi cinematográfico al paisaje ya surrealista de la ciudad. No es raro ver bloqueos de tráfico para dejar pasar a una caravana de SUV blindados entre Ferrari’s y Aston Martin’s aparcados frente a restaurantes de lujo distinguidos con las reconocidas estrellas Michelin en la puerta.

West Palm Beach: lujo urbano con pulso artístico

Al otro lado del canal, West Palm Beach ofrece una versión más urbana y ecléctica del estilo de vida de la región. Con una población de unos 120.000 habitantes, aquí el lujo convive con el arte, la gastronomía y la energía de una ciudad que ha sabido reinventarse. Aunque menos exclusiva que su hermana isleña, no hay que engañarse: en West Palm los concesionarios de RR, Porsche, Ferrari, Maserati, McLaren, etc, compiten por atención con galerías de arte contemporáneo y festivales de música.

Los autos de alta gama también abundan. Es común ver a jóvenes empresarios al volante de un Tesla Model S Plaid -hay cantidad, no tanto el Cybertruck de la marca de Elon Musk- o un Audi RS e-tron GT, mientras veteranos de Wall Street pasean con aire distinguido en sus Mercedes-AMG GT. En las noches de fin de semana, la zona de Clematis Street se convierte en un desfile de luces Led y tubos de escape de titanio.

Pocas motos en Palm Beach: una cuestión de estilo y contexto

En Palm Beach y West Palm Beach casi no hay motos por factores como una población mayor y adinerada que prefiere autos, clima húmedo y lluvioso, calles pensadas para coches, percepción de inseguridad vial y una cultura que ve las motos más como ocio que como transporte diario. Además, el aparcamiento no es un problema y el tráfico es fluido, solo interrumpido por los puentes levadizos cuando se activan para permitir el paso de los barcos de recreo -megayates en su mayoría-. En ese caso, todos, coches y motos, quedan detenidos unos minutos sin excepción.

Dos almas, un mismo rugido

La diferencia entre Palm Beach y West Palm Beach es más de estilo que de esencia. Palm Beach es el clasicismo: mansiones de estilo mediterráneo, clubes privados, un código de vestimenta tácito, y una actitud más reservada, casi británica. West Palm Beach es movimiento, modernidad, dinamismo, con nuevos desarrollos inmobiliarios de muchas alturas y una población más joven y diversa.

Ambas, sin embargo, comparten una devoción absoluta por el automóvil como símbolo de estatus, arte y tecnología. Aquí los autos no se esconden en garajes climatizados: se exhiben, se escuchan y se conducen con orgullo.

Qué ver más allá del bramido

Además del carrusel de coches de lujo, Palm Beach ofrece tesoros como el icónico hotel The Breakers (arriba: el edificio espectacular que supera la arboleda), fundado en 1896, o el Museo Flagler, un palacio de la era dorada del ferrocarril convertido en templo cultural. Worth Avenue (foto de abajo, que plasma el paso de un vehículo de los bomberos de la ‘city’) es la Meca del shopping de élite, donde las tiendas de Chanel y Hermès compiten en elegancia con las joyerías especializadas en relojes suizos y llaveros de Bugatti.

En West Palm Beach, el Norton Museum of Art alberga una de las colecciones más impresionantes del sur del país. El área de Rosemary Square mezcla boutiques, gastronomía y vida nocturna, mientras que el muelle de Palm Harbor permite observar cómo los mega yates, algunos tan lujosos como los coches que los preceden, se mecen bajo el sol dorado de Florida.

Europa vs EE.UU: Dos mundos en el diseño de camiones

¿Y cómo llaman la atención los camiones en USA! Mientras que en Europa éstos no pueden superar los 16,50 m totales, lo que obliga a usar cabinas compactas de morro chato para maximizar la carga, ideales para las carreteras estrechas europeas, en EE.UU, la longitud del remolque y la cabina se regulan por separado. De esta forma, están permitidas las cabinas largas tipo ‘conventional’, símbolo cultural y viables gracias a sus rutas de amplias autopistas.

El motor como forma de vida

Lo que hace de Palm Beach y West Palm Beach lugares únicos no es solo la cantidad de coches de lujo, sino la naturalidad con la que forman parte del paisaje urbano. Allí no hay ostentación vacía, sino una cultura del refinamiento automovilístico. Los concesionarios venden obras de arte y los talleres las restauran.

En ningún otro rincón de EE.UU –quizás con excepción de Beverly Hills– es tan común cruzarse con un convoy de Bentley Bentayga, seguido por un Rolls-Royce Cullinan y flanqueado por un McLaren Artura. Aquí, el tráfico tiene sabor a champán.

El paraíso de los apasionados del motor

Palm Beach y West Palm Beach no son solo destinos turísticos ni enclaves de millonarios: son catedrales del automóvil moderno. Una visita basta para comprender que aquí los sueños se construyen con fibra de carbono, cuero cosido a mano y motores que aceleran el pulso tanto como el velocímetro. Son lugares donde el lujo no se presume: simplemente está y se muestra sin retraimiento alguno.

Texto: Daniel Roca
Fotos: José Mª Alegre