Éxito de La Leyenda 2024 al reunir a cerca de 13.000 motoristas

Como cada año, me subí a mi moto y puse rumbo a La Leyenda, la concentración motera invernal que se celebra en Cantalejo. Superada Navacerrada, de blanco impoluto, no así el asfalto, de riguroso luto, llegué a la localidad segoviana donde se reunieron 12.846 inscritos, ¡todo un éxito!, afluencia que, sin embargo, no alteró el buen ambiente que impera siempre allí.

Acudir a La Leyenda es un desafío, pues, siendo la primera concentración invernal del año, la climatología no es la más deseable para ir en moto, salvo para los motoristas de verdad, los que desafían al frio, la lluvia (protagonista a la vuelta) y la nieve que, en esta ocasión, brilló por su ausencia.

Temperatura baja, pues, aunque menos que en otras ediciones. Pero el moter@, yendo bien equipado, no siente la bajada del mercurio, y si lo nota, solo ha de pensar en lo que le espera en La Leyenda: amigos, hogueras, espectáculo, calidez, en definitiva, para seguir conduciendo su moto sin que le afecten unos grados de más o de menos que impidan su marcha.

Isabel Puig Gómez (en el centro con gorro blanco), más conocida en las RRSS como la ‘Abuela motera’, que parte desde Barcelona con su BMW y se planta donde su ilusión la lleve, Cabo Norte -julio de 2022-, por ejemplo, plasma en su muro de Face un texto que reproduzco, pues refleja fielmente la relación motoristas-frío-Cantalejo y, en general, la reunión cantalejana:

“Frío en la Leyenda? NO!!!!

Para mí, es la concentración más cálida, entre abrazos y hogueras es imposible tener frío. No puedo etiquetar a nadie porque seguro que me dejaría a alguien. Qué bueno es ir andando por el pinar e ir encontrándote con amigos, ir de hoguera en hoguera y pasar el día escuchando aventuras, viajes, compartir comidas y sentirte tan bien.

Como cada año, ir a Turégano (pueblo que participa en los actos de La Leyenda) al homenaje por los caídos y disfrutar de los fuegos artificiales en el castillo. Volver al nido y esperar a las 12 para las campanadas y tomar los 12 piñones y brindar por el nuevo año motero!!!!

Una ilusión muy grande haber podido abrazar y pasar la tarde con mi amiga Mireille, que hacía tiempo que no veía.

Mañana más!!!!”

¡No se puede resumir mejor! Porque eso es La Leyenda, una reunión motera que resulta todo un espectáculo por el lugar, por el buen rollo, por la pitanza que se cuece en la lumbre alimentando el estómago y el espíritu; por las interesantes actividades que allí se celebran… y por la gente. Gente tranquila y pacífica, cada uno de su padre y de su madre, con un fin común, pasarlo bien con los amigos que se juntan, en muchos casos, una vez al año arrimados a la candela, con un nexo común que los une: la moto y la pasión que sienten por ella. Moter@s que acuden cada invierno a Cantalejo regalándose un fin de semana largo e intenso de disfrute y camaradería confiados en el buen hacer de sus organizadores.

En La Leyenda no recorres un metro sin saludar a alguien, sin abrazar a uno, sin charlar con otro. Colegas que no has visto desde hace tiempo, que sabes de ellos por las RRSS, esa mensajería gráfica e inmediata que nos informa del estado de cada uno de nosotros, de nuestras penas y alegrías, de fatigas y aventuras. Pero nada como el abrazo motero, el apretón de manos, la palabra directa, la sonrisa cálida y sincera, para a continuación invitarte a su hoguera con un “Pásate y nos tomamos una cerveza…”.

Porque la hoguera, la lumbre, la candela, alimentada con la leña que facilita la organización, es el refugio, el nido -como bien dice Isabel en su post– de los participantes, el punto de reunión donde éstos se juntan para combatir el frío, cocinar las viandas que aportan todos y charlar de lo humano y de lo divino, de motos y de viajes a la luz y el calor de las llamas, que solo se apagan cuando ya de madrugada los tertulianos se recogen en sus tiendas de campaña.

La galería de fotos muestra La Leyenda en imágenes, concentración de motoviajeros que no decepciona, por más frío que haga, pues la calidez, amistad y diversión invitan no solo a ir, sino a volver.

Por José Mª Alegre (texto y fotos)